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37 Respóndeme, Señor, respóndeme, para que este pueblo reconozca que tú, Señor, eres Dios, y que eres tú el que harás volver sus corazones a ti.

38 Entonces descendió el fuego divino, devoró el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y secó el agua de la zanja. 39 Al verlo, toda la gente cayó en tierra, exclamando:

— ¡El Señor es Dios! ¡El Señor es Dios!

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